En estos tiempos de sentarse en la poltrona a engordar viendo series, una buena excusa para hacerlo es Black Mirror. Los argumentos a favor para hacerlo son los siguientes. En primer lugar, no es norteamericana, sino británica, lo que le permite no caer en lugares comunes de héroes y villanos, zombies, ni salvadores del planeta. Es sólo thriller psicológico, de esos que te atrapan desde la garganta y te dejan la sensación de ahogo un largo rato tras la palabra the end. Un placer masoquista, pero bueno, placer al fin. Lo segundo es que no tiene más que nueve capítulos y ahí se termina todo, así que tu neurosis de evitar compromisos a largo plazo no se verá alterada. Cada capítulo es independiente, pero lo que los conecta a todos es el papel de la tecnología del mundo moderno (las redes sociales, los chips implantados en el cuerpo para mejorar nuestras capacidades de memoria, el celular que nos convierte en fotógrafos compulsivos del mundo, los concursos tipo bailando por un sueño, l...